
Llegué. Atrás quedaron mis 9 meses en Varsovia, pero como si nada hubiera ocurrido. Todo sigue igual; la monotonía de León (que no Autonomía, por descragia) hace que parezca que lo vivido de Erasmus sea un sueño.
Y es que fue llegar el viernes por la noche, y el sábado a las 8.30

de la mañana ya estaba en la biblioteca estudiando para el primer examen de los dos que tengo en León. Así creo que nadie puede ser consciente de que la vida puede dar un giro de 180 grados en apenas 12 horas. De estar en Mikrus con Karol, los franceses, Leo, Manu, con el olor característico a cerveza, a estar en León, en mi cama, acariciando a mi gato, con el olor característico del mejor embutido del mundo :D (por muy buena que esté la cerveza, creo que he salido ganando con el cambio).

Me vienen noticias de Varsovia; que si unos van al casino, que si hay una fiesta de cumpleaños (felicidades, Juanra), que si Gary se rompió el pie y está escayolado desde la rodilla, que si Manu por fin ganó una apuesta de las imposibles que siempre hace... Todo me parece tan lejano... incluso se me hace raro hablar con Nela y Javi por teléfono, como si estuviera llamando desde mi habitación de Mikrus al 9631 de Nela o al 9849 de Javi... "Tengo holaldres, ¿me invitas a un café?" o "Creo que deberíamos beber unas cervezas". Qué recuerdos...
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